Una favela por dentro

¿Qué tiene de interesante visitar una favela? ¿Cuántas veces fuimos de paseo en nuestras respectivas ciudades de origen a un barrio pobre? Más allá de las dudas morales, la favela de Santa Marta es una visita obligada para una experiencia enriquecedora, recorriendo el perfil menos glamoroso de Rio de Janeiro.

¿Qué tiene de interesante visitar una favela? ¿Cuántas veces fuimos de paseo en nuestras respectivas ciudades de origen a un barrio pobre? ¿Un turista extranjero caminando las escaleritas de un asentamiento precario en Rio de Janeiro no representa una ostentación innecesaria frente a gente que probablemente jamás tenga siquiera la opción de conocer mucho más que la ciudad en la que le tocó vivir? Son apenas algunas de las preguntas que inundan nuestra moralidad ante la posibilidad de conocer por dentro una favela, pero al mismo tiempo hay muchos preconceptos sobre los asentamientos más humildes de la Ciudad Maravillosa que vale la pena echar por tierra. Y la mejor forma es vivirlo en primera persona.

Cantagalo, en Ipanema

Desde mi primer viaje a Rio de Janeiro me ofrecieron tours a la Rocinha, paseos en jeep a la «zona más peligrosa de Rio» (otro de los mitos urbanos de esta ciudad tan maravillosamente compleja) para ver cómo viven en las comunidades más pobres. Pero la experiencia siempre me pareció algo similar a la visita a un zoológico: turistas que pagan abundantes billetes para asomarse a una ventanilla, disparar sus cámaras de 800 dólares y ver de cerca (aunque sin el peligro de ser «atacados por los salvajes») la desigualdad y la pobreza. Sin embargo, en los últimos años muchas cosas cambiaron en la relación que mantiene Rio con sus eternos desplazados, y resulta un buen ejercicio mezclarse con ellos y conocer el perfil menos glamoroso de la Cidade Maravilhosa. Y la única manera de llevarlo a cabo con dignidad es hacerlo de a pie, por las propias, sin jeeps ni guías turísticos.

Pavão-Pavãozinho, sobre el túnel Sá Freire Alvim

Para empezar, la sola mención de las favelas (villas miseria, asentamientos informales, barrios precarios, población callampa, chabolas, tugurios, llegaypón, champas, barriadas… como prefieran llamarlos) lleva implícita una referencia a la inseguridad. Al menos en mi país natal, Argentina, las villas son sinónimo de asaltos y violencia, aunque no siempre sea así. Quizás en Brasil esté más claro: en las favelas viven personas trabajadoras, otras no tanto, y muchas de estas comunidades están gobernadas por narcotraficantes que tejieron su red de protección a lo largo y ancho del asentamiento. El motivo es simple: las favelas nacieron y se desarrollaron lejos del ala protectora del Estado. Desplazados, marginales, sin techo y desempleados encontraron allí un lugar donde sobrevivir. La superpoblación de las grandes ciudades también empujó a asentarse en las barriadas a muchos trabajadores que no podían acceder a una vivienda digna en otras zonas de la ciudad. Y los grandes vendedores de droga encontraron allí el lugar ideal para hacer su negocio fuera de la vista policial y del alcance de la ley, en lugares históricamente olvidados por los gobiernos de turno.

Vidigal y el hotel Sheraton

Es difícil encontrar en Rio de Janeiro una zona sin favelas. Hay más de mil, están en todos lados, se las puede ver desde el Corcovado y el Pão de Açúcar, en Copacabana o Ipanema, junto a las avenidas más concurridas y hasta a metros de playas famosas y hoteles de lujo como el Sheraton de São Conrado. Imposible erradicarlas pero, con el turismo como una de las actividades que más ingresos genera en la región, la medida más efectiva fue integrarlas y pacificarlas, un neologismo para identificar a las favelas con presencia policial. Al menos en la Zona Sur de Rio, la región de donde no suele alejarse el turista, la pacificación funciona y muy bien, tanto en el mejoramiento de la calidad de vida de los moradores de la comunidad como en la seguridad de los alrededores y la percepción de los turistas. Los grandes narcotraficantes dejaron los morros (aunque probablemente se hayan asentado en otras favelas de la zona norte) y muchas de ellas pueden recorrerse a pie sin ningún temor.

Santa Marta, la de Michael

Favela Santa Marta

La favela Santa Marta es un buen ejemplo. Ubicada en el corazón de Botafogo, en el morro de Dona Marta, desde diciembre de 2008 cuenta con una UPP (Unidade de Polícia Pacificadora) con 123 agentes destinados exclusivamente al lugar. Por esa época fue inaugurado el Elevador de Plano Inclinado, un pequeño bondinho que sube recostado sobre el morro, con el cual se integró la comunidad con el barrio. Hoy funciona como un medio de transporte gratuito que permite a los moradores bajar a Botafogo sin necesidad de caminar esas infinitas escaleritas, y a los turistas subir a conocer un pedacito de la otra realidad de Rio de Janeiro.

El elevador

Al principio la sensación es extraña, casi como la de mirar la favela a través de una cámara asomado a un jeep. Pero el lento paseo en el Plano Inclinado lava los dilemas morales: somos uno más en el elevador, junto a la ama de casa que sube las compras para el almuerzo, el policía que viaja muy serio sin saludar a nadie, el parroquiano que irá a tomar la primera cerveza del día al bar de Assis, los chicos con uniforme escolar y la operadora del elevador, no muchos más porque el reducido tamaño de la cabina no lo permite.

La vista desde lo alto

Demora unos diez minutos en recorrer los 340 metros hasta la quinta estación, la última, donde está la UPP y desde donde -dicen- el atardecer es imperdible: el sol se refleja en la lagoa Rodrigo de Freitas antes de perderse detrás de los morros. Hay una capilla con la imagen de Santa Marta, el ecomuseo Nega Vilma, una cancha de fútbol, el bar de Geraldo y hasta un campo de paintball. Las casas son más precarias arriba, pero la vista es mejor: Botafogo completo, el Pão a la izquierda y el Cristo bien arriba a la derecha, una pequeña franja de Copacabana hacia el frente entre dos morros, junto al inmenso cementerio São João Batista, y al oeste Humaitá e incluso Jardim Botânico, Gávea y Leblon a lo lejos.

La estatua en el Laje Michael Jackson

Más abajo, a la altura de la cuarta estación, increíblemente aparece Michael Jackson. Una estatua del cantante inaugurada en 2010 recuerda su paso por la favela, cuando vino a filmar parte del videoclip del tema «They don’t care about us«. Justo enfrente, el bar de Assis no es más que un humilde barraco bien instalado donde se puede tomar una cerveza o jugar al pool. Allí, un vecino llamado Francesco, vestido apenas con un pantaloncito de fútbol y ojotas, nos habló de su fanatismo por Jobim, Sinatra y Nat King Cole, nos preguntó sobre la popularidad de Cristina de Kirchner, opinó sobre la credibilidad del periódico argentino Clarín y nos agradeció por visitarlos. Los pasillos permiten imaginar los días en que los soldados de Marcinho VP (el narcotraficante que terminó asesinado en prisión) elegían algunos puestos clave para custodiar los dominios de su jefe. Las mismas pipas (barriletes) que hoy hacen volar los niños entonces se usaban para alertar sobre la presencia de «enemigos».

Los pasillos de Santa Marta

Junto a la tercera estación del elevador hay un grupo de casas pintadas de colores alegres, al que los vecinos llamaron Jambalaya. En casi todos los techos pueden verse las antenas de televisión paga Sky, pero la conexión a internet wi-fi es abierta y gratuita en todo el morro.

A la altura de la segunda estación hay un jardín de infantes, el bar de Zequinha, la sede de la Associação de Moradores do Santa Marta y el local de Costurando Idéias, donde venden ropa fabricada por los moradores de la favela. También está el Lajão Cultural de Thiago Firmino, un DJ y guía turístico matriculado nacido en la favela que montó un salón de fiestas con un bar muy bien puesto de veinte mesas y techo retráctil.

Praça Cantão

En la base del morro, cerca de donde se encuentra la primera estación, está la colorida plaza Cantão, la zona que alguna vez estuvo dominada por los traficantes. Allí funcionan el bar de Dona Rita y el de João, el almacén de Jorge y la sede de la escola de samba Mocidade Unida do Santa Marta, en medio de un puñado de casas con divertidas fachadas.

«Permitido fotografiar»

En Santa Marta se ve dignidad y la posibilidad de un futuro concreto. Hay generosas sonrisas y otros que miran con recelo. Quizás aquí estén los cariocas más tímidos de todo Rio y algunos de los borrachines más simpáticos. Seguramente hay delincuencia y también consumo de droga, quizás no más que en los barrios más renombrados de la Zona Sur, pero los vecinos aseguran que ya no tienen que preocuparse por la prepotencia de los bandidos armados con fusiles y que en esos pasillos ya no se vive la violencia que alguna vez fue cotidiana.

Sin dudas, recorrer la comunidad es una experiencia enriquecedora y que realmente vale la pena.

Lo mejor: La sensación de seguridad. La sensación de romper con muchos de los preconceptos de las favelas. Una vista diferente de Rio desde las alturas. La amabilidad de muchos de los moradores de la comunidad.

Lo peor: Algunas zonas muy descuidadas, con malos olores. Probablemente sea una de los pocos lugares de Rio donde hay que cuidarse para no pisar caca de perro. El recelo de algunos de los moradores. La mirada desconfiada de los vecinos hacia los policías de la UPP, que parecen no terminar de integrarse.

Cómo llegar:

En auto: desde barrio Laranjeiras, subiendo por la ladera Mundo Novo y la rua Oswaldo Seabra, se accede a la parte más alta del morro, junto al mirante do Pedrão, con una excelente vista panorámica. Desde allí se puede bajar a pie o en el elevador.
Desde zona sur, en ómnibus: Las líneas 521, 435, 154 y 155 van por Nossa Senhora de Copacabana, doblan por Peixoto, entran por el túnel Velho y giran en Voluntários da Pátria, donde hay que descender. Una cuadra hacia el norte, frente a la estación de servicio de rua São Clemente, está plaza Corumbá, que sirve de ingreso a la favela. Entrando por esa única calle, a unos 200 metros se accede a la primera estación del Elevador de Plano Inclinado.
En metrô: bajar en la estación Botafogo y caminar hacia el oeste unos 700 metros.

Qué hay cerca?

►Los museos do Indio (en rua das Palmeiras), Vila Lobos (rua Sorocaba) y Rui Barbosa (São Clemente 134).
Cobal do Humaitá (en Largo dos Leões), un elegante mercado de frutas y verduras.
Confitería Casa Imperial, aunque sin el esplendor de fines de 1890.
Espaço Mix, una tienda con locales de ropa barata en Voluntários da Pátria y rua Real Grandeza, frente a Casa Imperial.
Cementerio São João Batista
Mirante do Pasmado, en un morro sobre la ensenada de Botafogo.
Botafogo Praia Shopping, en Praia de Botafogo al 400, otra excelente vista panorámica de la ensenada.

Autor: Zamba

Apasionado de los viajes y todo lo que ello implica: aviones, aeropuertos, trenes, ómnibus, carreteras, terminales, tranvías, metros, estaciones, barcos, funiculares, calesas, bicicletas, bicitaxis, taxis, tuk-tuks, songthaews... Y mis dos piernas, que mientras funcionen me seguirán llevando por las calles de cualquier rincón del mundo que pueda imaginar.

26 opiniones en “Una favela por dentro”

  1. amigo Zamba, muero por ir a una favela! pero no a hacerme la «banana» sino a hablar con la gente, comer con ellos (pagando Obviamente), hablar, sacarme fotos, sentir esa energia y esa amistad desinteresada y calurosa que te brinda esa gente maravillosa! para S. Santa tenia todo reservado pero me enferme y no pude; así que voy a tratar de ir para octubre (creo) Dios quiera que pueda! vos sabés que amo Brasil y los brasileros/as! saludos María I.

  2. MUY INTERESANTE. Solo me queda una duda ¿Son dos favelas o es una sola? pues mencionas la favela Santa Marta y Dona Marta, pero aún asi, muy buena nota. Saludos desde México

    1. Orlandinho, yo fui por mis propios medios y subí en el elevador de plano inclinado. No tuve ningún problema y fue todo muy tranquilo y mucho más seguro que en muchas otras partes de Rio. De todas maneras, si necesitás un guía podés ponerte en contacto con Thiago Firmino, del blog Favela Santa Marta Tour, que se dedica a hacer ese trabajo.

  3. estuve hace unos días. Fue una experiencia muy movilizadora, se rompe con prejuicios. Es gente de bien, niños que vuelven del cole o de danzas con sus madres, tan madres y protectoras como cualquiera. Se respira tranquilidad, gente limpia, sana, educada, trabajadora. No se molestan con la presencia de uno. Un consejo: me hubiese gustado llevarles golosinas a los niños. Fuimos solos con mi marido, sin guía, transpirando para subir por las interminables escalera, como ellos. El telesférico tenía mucha cola de la propia gente que volvía a sus hogares; nos pareció más atinado caminar y no quitarles el lugar al que vuelve a su casa del trabajo, o de las compras.

    1. CLaudia: estoy organizando mi viaje a Rio. y justamente una de los lugares a visitar es Santa Teresa. Tu comentario me inspiró mucha confianza, uno tiene sus miedos y prejuicios, pero leí y escuché a varias personas que cuentan experiencias como la que vos detalles.
      Tu comentario es muy válido ! saluditos !

      1. Lo mejor si quieren disfrutar realmente la favela es subir caminando por sus estrechos callejones q parecen laberintos. Se sube en 45 min aprox. Para los niños de la favela es recomendable llevar monedas ya q por una moneda se dejan tomar fotos. Hay tiendas de artesanias donde te pueden orientar si te pierdes q seguramente asi sera. En esas tiendas venden bonitos recuerdos pero mas caros q en copacabana. No debe faltar la foto con michael jackson y los niños de la favela

  4. BIEN,
    ACABO DE LLEGAR DE RIO DE JANEIRO.HE VISITADO LAS FAVELAS DE ROZINHA Y SANTA MARTA.NO TUVE PROBLEMA,POR MAS ADVERTENCIAS DE PELIGRO.SIN GUIA.FOTOGRAFIE MUCHO Y PATEE HORAS LAS DOS FAVELAS.NO OBSTANTE,EL RIESGO,EXISTE.
    SALUDOS AMIGOS

  5. Fui hace un par de dias, y la verdad, no hay ningun tipo de problema. Super recomendable visitarlas, para conocer un poco mas de cerca la realidad carioca. Muchas gracias por la informacion, que desmitifica la «sensacion de inseguridad».

  6. Me encanta, también visité esta apreciable favela y quedé con un bello recuerdo que lo guardo en mi corazón. Gracias por este blog! Un abrazo enorme desde Chile !!

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